Empezaba el rosario de cada invierno. Las grandes turbulencias volverían a azotar la ciudad. Todos aquellos que tenían algún lugar donde refugiarse, pasarían largo tiempo hibernando en la techada ciudad.
Él no pertenecía a ese grupo. A él ni siquiera le dejarían estar en el nivel Z, el más bajo de todos aunque, con todo, con la calefacción suficiente para no morirse de frío, o sufrir los molestos efectos de la heladora temperatura.
Él se había quedado atrapado en la cuidad vieja. Nadie le decía nada por estar bajo los soportales. Incluso, había aprendido a vivir en el antiguo ayuntamiento.
La verdad, todo aquello que podía disfrutar le hacía parecer que, con todo, tenía su rincón de paraíso. Gracias a lo que había aprendido leyendo antiguos libros y planos de la ciudad, había preparado aquella vetusta edificación para soportar el más grande vendaval de los que se había tenido noticia. Incluso, según sus cálculos, podría soportar una intensidad 6 grados mayor (es decir, un vendaval, un millón de veces más crudo que aquel al que todos y todas se referían como "el armaggedon meteorológico",o, como lo llamaba mucha gente "El Meteag".
Mucho había leído sobre el tema. Por todo lo que había encontrado en todos aquellos libros, e incluso, había encontrado en cientos de páginas de la Internet basada en IPv4, de la que perduraban aún algunos nodos, el inicio de todo se remonta a la última década del siglo XX. (o siglo 0 de la era digital).
En aquel entonces, científicos y movimientos ecologistas de todo el mundo, alertaban a la población de los riesgos de continuar aquel ritmo desenfrenado de vida, en el que el Medio Ambiente, no era más que el refugio publicitario de algunos políticos, sin que realmente tuviesen mucho interés en implicarse en el tema. Las empresas, sobre todo las industriales, gracias a (o por culpa de) la gran permisividad de las autoridades ante sus atropellos ambientales, conseguía echar sus resíduos en cualquier parte, contaminando vastas extensiones de terrenos, mares, flujos de agua subterráneos, etc., sin contemplación alguna.
El aire, era otro tema. Para comenzar, una vasta cantidad de fumadores, con la complicidad de las autoridades, ensuciaba el aire con aquel coloide lleno de altos contaminantes. Los coches, de combustión interna, también hacían su parte. E industrias de uno u otro tipo, echaban los vapores de desecho a la atmósfera, prácticamente siempre sin ningún tratamiento previo.
Las mayores ciudades del planeta, sufrían acuciantes problemas por el smog (mezcla gaseoso/coloidea de gases provocada por la acumulación eingente cantidad de vapores exhalados por varias fuentes de los mismos - coches, industrias,...-). Algunos de estos problemas afectaban negativamente en la salud pública, como era el aumento de los casos de alergias respiratorias en toda la población (especialmente niñ@s y ancianos), dándose muchas muertes prematuras por intoxicaciones provocadas por el irrespirable aire de las cuidades.
Sin embargo, todo había cambiado. Entonces, ya no había polución en las ciudades, que se encontraban todas, debajo de enormes cristaleras de microelastocristal presurizado irrompible. Los transportes, funcionaban todos mediante energías renovables (solar, eólica, maremotriz), que en aquel tiempo de grandes tempestades y prolongadas épocas sin lluvias, daban para hacer funcionar cinco planetas de proporciones semejantes a las de la Tierra.
Con todo, los acontecimientos meteorológicos seguían descontrolados. Como si una especie de reacción alérgica se tratase, parecía que Gaia, la Madre Tierra, había decidido autolimpiarse más a menudo, y por ello, cada precipitación, de cualquier tipo, era torrencial.
Además... últimamente, había detectado grandes cantidades de microorganimos específicos que descomponían, curiosamente, los contaminantes que predominasen en cada momento. Era como si la Tierra nos empezase a dar a ver que constituía un organismo dentro del universo, y que pensaba durar vivo, aún a pesar de los desmanes del ser humano.
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